"Es cosa notable esta revolución que fue comenzada por las masas, sin otros jefes que aquellos que el azar les proporciona, y que terminó por sí misma sin que se vertiese una gota de sangre."

(Theodor Mommsen.-Historia de Roma)

domingo, 13 de diciembre de 2009

Murcianos, como nuevos Numantinos

He descubierto un blog en el que se dan noticias de una organización de arqueólogos (por fin se van uniendo, ya era hora) que parecen querer mover las conciencias de sus conciudadanos y del sector para reivindicar el papel del patrimonio histórico en la sociedad y, sobre todo, dignificar su profesión.

Esta primera entrada que les dedico, tras demasiado tiempo en silencio, hace referencia a un tema que mantiene en jaque a las instituciones responsables de la ciudad de Murcia, el yacimiento de "San Esteban". Créanme cuando les digo que el siguiente texto no tiene desperdicio por cuanto denota la diferente actitud que la ciudadanía puede tener frente a una similar situación.



Córdoba indolente, Murcia indómita

Este artículo ha sido enviado por Tanit el Sábado, 12 Diciembre, 2009

“La vergonzosa actuación de nuestros responsables públicos regionales y municipales, que se inscribe en una larga tradición de agresiones y destrucción del patrimonio histórico de todos los murcianos, ahora contra el principal legado material de la Murcia Islámica y de la ciudad medieval, acabará en los tribunales de justicia, lugar al que se nos obliga a acudir a los ciudadanos pidiendo el amparo de nuestros derechos y la defensa de los intereses generales amenazados por los que debieran procurar su preservación”, concluye el escrito de la Plataforma Ciudadana por la Defensa del Patrimonio Arqueológico de San Esteban.
Este asunto es bien conocido por todos, pero lamentablemente no tiene a Córdoba como escenario. Se desarrolla en Murcia, una ciudad en la que sus habitantes han decidido proteger, con los escasos medios a su alcance pero con un valor digno de encomio, y plantar cara a los poderes públicos en defensa de su patrimonio arqueológico (que no es “patrimonio” de los políticos de una ciudad o de una región, sino de toda la sociedad).
En la indolente Córdoba, con una mayor importancia histórica y arqueológica, sin menospreciar a la indómita Murcia y a sus concienciados ciudadanos, nos hemos acostumbrado a despreciar nuestras piedras y a considerarlas un freno a nuestro desarrollo.
Pero esta indolencia viene de lejos, muy de lejos. ¿Os acordáis del famoso asunto de Cercadilla y la estación del AVE? Eran los años de los fastos del 92, de las Olimpiadas, de la Expo, del AVE. Nos decían que España despuntaba hacia el mundo. Y en la indolente Córdoba se “desmontaba” un yacimiento sin que nadie alzara su voz, tal vez sin haber llegado nunca a conocer su verdadera importancia y su incalculable valor. ¿Qué nos ha quedado de todo ello? Unos vergonzantes letreros en los andenes de las vías en los que se indica que allí estaba el Palacio del Emperador Maximiano. A un lado y a otro de la caja de vías, parte de los restos arqueológicos que había en este emplazamiento. Cualquier viajero se podría preguntar: si a uno y otro lado hay restos arqueológicos de un palacio imperial, ¿Qué habría donde están las vías y la estación? ¿Sólo utilizaba el emperador romano los laterales de la actual estación? ¿O se lo habrán cargado para que pueda viajar en este magnífico AVE?
Luego, para paliar tamaño despropósito nos vendieron el gran modelo de gestión del patrimonio arqueológico cordobés, ese por el que tantas ciudades se interesaban en conocer y que haría de nuestro PGOU la carta magna de los planeamientos urbanísticos en materia patrimonial. Diecisiete años después del asunto Cercadilla, ¿Qué se ha conservado y puesto en valor? ¿Cuántos “desmontes” se han autorizado? ¿Qué patrimonio arqueológico legaremos a nuestros descendientes? Muy poco, apenas nada.
En Córdoba, al margen de multitud de “desmontes” por toda la ciudad en aras de la fiebre del ladrillo, de ese milagro económico español que ahora nos tendrá sumido en la cola de Europa por muchos años, teníamos nuestro propio San Esteban: el Plan Parcial O7, con una superficie de 358.000 m2, casi 36 campos de fútbol (medida de comparación tan habitual y ámbito de la cultura por excelencia, aunque sólo se practique los domingos, y en el que tantos fondos públicos se están invirtiendo aquí en Córdoba) y una densidad de restos arqueológicos aún mayor que en Murcia, un sector muy bien conservado de la Córdoba califal y de fácil comprensión para los legos en la materia. Pero la fuerza del ladrillo y el hormigón pudo con todo ello. Nuestros responsables políticos y los técnicos que los asesoran no opusieron resistencia. Tampoco alzó la voz la oposición política, ni municipal ni autonómica. No se escucharon voces en contra de la Universidad y sus doctos profesores, no se oyó a los arqueólogos profesionales que participaban del festín, ni de la prensa (antes al contrario, siempre echando leña al fuego y considerando nuestras piedras un freno al desarrollo de la ciudad) y por supuesto, tampoco se manifestaron los cordobeses. Aquí no hubo plataforma en defensa del patrimonio arqueológico ni del O7, ni muchos años antes de Cercadilla.
¿Y qué ha quedado tras la crisis inmobiliaria del Plan Parcial O7? Un páramo desolado en el que las malas hierbas van ocultando poco a poco los restos arqueológicos y la mala conciencia de muchos que callaron y que tendrán que convivir, tal vez para siempre, con ese panorama desolador de patrimonio maltratado y que no cubrirá ese ladrillo que tantas satisfacciones, sólo económicas, nos dio en un pasado muy reciente y que tanta miseria nos proveerá en el futuro.
Pero no todo está perdido si hay voluntad de enmendar los errores en los que por nuestra desidia caímos. Aún queda mucha superficie en el Plan Parcial O7 en la que nunca se construirá y que atesoran verdaderas joyas del urbanismo islámico cordobés. Salvemos entre todos lo que aún está en nuestras manos. Busquemos la fórmula para que todos salgamos ganando, la ciudad, su patrimonio, la riqueza económica sostenible que puede generar y que ganará la partida al ladrillo.
Como patrona de la otrora grandiosa Cartago, aniquilada hasta sus cimientos por la codicia del imperialismo romano, os pido una reflexión interior sobre qué hemos perdido y lo que aún podemos salvar. Algunos errores tienen solución si hay compromiso por parte de todos. De lo contrario, cededle vuestro subsuelo a los murcianos que sabrán defender lo que nosotros no apreciamos.